Cuando decimos que deseamos que nunca tengan necesidad de usar nuestro servicios de mediadores de divorcios, lo hacemos convencidos que divorciarse es uno de los hechos más traumáticos que podemos sufrir en la vida. Hay estudios que demuestran que el dolor emocional que se sufre antes y después de divorciarse puede compararse con el que se siente al fallecer un ser querido, por eso insistimos que, si se  toma la decisión de  divorciarse, lo más lógico es usar el proceso de mediación.  Todas las parejas son diferentes en el manejo de su dinámica familiar y saben lo que es mejor para ellos y sus hijos. La mediación les permite determinar la relación futura, ya no como esposos sino como divorciados.  Al divorciarse, nace una nueva relación entre la pareja, sobre todo si tienen hijos, por lo que tienen un vínculo en común que les durara toda la vida. 

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El proceso de mediación está íntimamente ligado a la diversidad cultural de las personas que están enfrascados en un conflicto. Vivimos en los Estados Unidos, pero  la cultura latinoamericana es muy diferente a la anglosajona, muy especialmente en lo que se refiere a la dinámica y el manejo de la vida matrimonial, la cual conozco y comprendo.

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La mayoría de las personas cuando oyen la palabra divorcio la  asocian con la ardua batalla en la  corte, la cual destruye a la familia  pues rápidamente se convierte en una pelea que se alimenta de la rabia, frustración y lucha de poderes por parte de la pareja  y a menudo sus abogados. Todo esto prolonga innecesariamente el proceso e inevitablemente los daños emocionales  y los gastos financieros. 

Se puede evitar que la pareja sufra  las consecuencias de un divorcio peleado en la corte, pues la mediación transforma la negatividad de la corte en la positividad derivada de resolver el conflicto amigablemente.